Quienes con razón critican a Terra Mítica (por el modo apresurado y sin contar con la oposición en que se hizo, y porque el hecho de que haya estado en suspensión de pagos confirma que el asunto no se meditó bien; esto último, evidentemente, dicho sin segundas intenciones), olvidan injustamente la ilegalidad de las obras del Teatro Romano de Sagunto. Este caso es todavía más grave, puesto que hay una sentencia firme, que obliga revertir el Teatro al estado en que estaba antes del abuso. Y empeora la cuestión el hecho de que quienes perpetraron el desaguisado sabían que era ilegal. Actuar de espaldas a la ley supone un menosprecio a los ciudadanos que se rigen por ella. La oposición ni se enteró. Fue Rafa Marí, en el diario Las Provincias, el primero en dar la voz de alarma, que al final no sirvió para nada, pues la prepotencia de quienes ejercían el poder era muy grande. El daño es doble, puesto que la obra se hizo con dinero público y se debe deshacer (si finalmente se deshiciera, cosa improbable), también con dinero público. Quienes la hicieron o dejaron hacer salen sin daño. Los encuestados, en su momento, y quizá ahora harían igual, solían respondar en función de sus simpatías o intereses políticos. Y eso es triste, porque al margen de que arquitectónicamente la obra esté mejor o peor hecha, para acometer obras de tal envergadura se debería proceder con suma prudencia y buscando la aquiescencia de los demás partidos.
Cándido Pérez de Urbel
Relato verídico
Los pergaminos cátaros
También en Periodista Digital
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