Cierta vez que Diógenes visitaba una lujosa mansión, llena de alfombras, cortinas y objetos suntuarios, al terminar la visita escupió en la cara de su anfitrión, para limpiársela enseguida con su manto y explicarle después que llevaba rato buscando el lugar más feo de la casa para escupir. Por su parte, Sócrates, que solía vestir ropas corrientes, al entrar en una tienda y observar los ricos objetos y vestidos en venta, exclamó: ¡Hay que ver las cosas que necesitan los atenienses para sentirse vivos!
Es sabido, por otro lado, que una persona bien trajeada recibe mejor atención y consigue con más facilidad que le cedan el paso. ¿Pero cómo saber si no se trata de un explotador sin escrúpulos o un estafador? ¿Y si la persona pobre a la que se ha menospreciado minutos antes resultara ser una persona muy íntegra que no ha deseado enriquecerse inmoralmente? ¿Y si esa persona pobre fuera al mismo tiempo muy abnegada o capaz de grandes proezas?
Hay una norma para no errar en el trato con los demás, que consiste en seguir el consejo de Hamlet a Polonio: Trátalos según tu propio honor y respeto.
Cuando nos inclinamos ante los ricos, sin más, damos a entender que envidiamos sus riquezas y que haríamos cualquier cosa por conseguir algo igual. Y al menospreciar a los pobres ponemos de manifiesto nuestro desinterés por la aventura humana.
Trobada Anual de Mensa
Palau de les Arts (Palacio de las Artes)
Los pergaminos cátaros
También en Periodista Digital
Es sabido, por otro lado, que una persona bien trajeada recibe mejor atención y consigue con más facilidad que le cedan el paso. ¿Pero cómo saber si no se trata de un explotador sin escrúpulos o un estafador? ¿Y si la persona pobre a la que se ha menospreciado minutos antes resultara ser una persona muy íntegra que no ha deseado enriquecerse inmoralmente? ¿Y si esa persona pobre fuera al mismo tiempo muy abnegada o capaz de grandes proezas?
Hay una norma para no errar en el trato con los demás, que consiste en seguir el consejo de Hamlet a Polonio: Trátalos según tu propio honor y respeto.
Cuando nos inclinamos ante los ricos, sin más, damos a entender que envidiamos sus riquezas y que haríamos cualquier cosa por conseguir algo igual. Y al menospreciar a los pobres ponemos de manifiesto nuestro desinterés por la aventura humana.
Trobada Anual de Mensa
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1 comentario:
Me ha encantado.
Un saludo,
Jac
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