jueves, agosto 10, 2006

Actitudes

Cierta vez que Diógenes visitaba una lujosa mansión, llena de alfombras, cortinas y objetos suntuarios, al terminar la visita escupió en la cara de su anfitrión, para limpiársela enseguida con su manto y explicarle después que llevaba rato buscando el lugar más feo de la casa para escupir. Por su parte, Sócrates, que solía vestir ropas corrientes, al entrar en una tienda y observar los ricos objetos y vestidos en venta, exclamó: ¡Hay que ver las cosas que necesitan los atenienses para sentirse vivos!
Es sabido, por otro lado, que una persona bien trajeada recibe mejor atención y consigue con más facilidad que le cedan el paso. ¿Pero cómo saber si no se trata de un explotador sin escrúpulos o un estafador? ¿Y si la persona pobre a la que se ha menospreciado minutos antes resultara ser una persona muy íntegra que no ha deseado enriquecerse inmoralmente? ¿Y si esa persona pobre fuera al mismo tiempo muy abnegada o capaz de grandes proezas?
Hay una norma para no errar en el trato con los demás, que consiste en seguir el consejo de Hamlet a Polonio: Trátalos según tu propio honor y respeto.
Cuando nos inclinamos ante los ricos, sin más, damos a entender que envidiamos sus riquezas y que haríamos cualquier cosa por conseguir algo igual. Y al menospreciar a los pobres ponemos de manifiesto nuestro desinterés por la aventura humana.


Trobada Anual de Mensa

Palau de les Arts (Palacio de las Artes)

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1 comentario:

Anónimo dijo...

Me ha encantado.

Un saludo,
Jac