viernes, agosto 04, 2006

El acoso moral, otra vez

Sé de un individuo al que le estaban acosando moralmente en su trabajo y que, a su vez, acosaba a otro trabajador de la misma empresa. El ordenante de la villanía era la misma persona para ambos casos. Cuando el primero dejó de ser víctima, dedicó una sonrisa agradecida al culpable y siguió acosando al otro, mucho más enterizo, inteligente y leal. Hay gente para todo. Para algunos la dignidad tiene que ver lo abultado de sus carteras o con el lugar que ocupan en la manada.
Yo soy capaz de discutir vehementemente con alguien, pero si en algún momento percibo que se ha terminado la igualdad previa y que mi situación es superior, ya no puedo seguir con la disputa. Sería, por tanto, incapaz de acosar a nadie y en el caso de que acosaran a alguien en mi presencia, no podría callar. Si sólo pudiera protestar, protestaría.
De esta misma manera de pensar sobre esta cuestión, son, por ejemplo,
Marina Parés Soliva y Carmen Sánchez Carazo, a las que ya cité cuando al hablar de los acosadores expliqué que entre esos tipos y yo hay algo personal. Marina y Carmen son de las que dan la cara, se identifican plenamente y luchan por lo creen, conscientes de que pueden cometer errores, pero también de la nobleza y de la importancia de sus afanes.
Otras personas se esconden; y desde sus escondites,
atacan o inducen a otros a hacerlo. Los ataques personales son de muy difícil defensa. No deberían existir y menos si hacen de modo embozado. Antonio Machado habló de la mala gente que camina y va apestando la tierra...Cervantes explicó que suele ofender más un mosquito de lo que puede favorecer un águila.

Emilio Attard

El asilo de Benissa

'En compañía del sol'

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