sábado, septiembre 23, 2006

Inútil, pero cara

Para los amantes del idioma valenciano, que procuramos hablarlo ajustándonos a lo que aprendimos en la infancia, el invento del maligno no puede ser otro que la AVL. Si Zaplana se sintiera aludido y se molestara, cabría preguntarle con qué intención la creó y cuál es su opinión sobre la lengua que se comprometió a defender. Aunque esto último habría que preguntárselo ante Fernando Villalonga y seguro que no estaría de más un detector de mentiras. También cabría preguntarle ante el citado detector por los artilugios que empleó para convencer para que se uniera al bodrio a Xavier Casp, que luego tuvo la honradez de dimitir, renunciando con ello a un sueldo que no le venía nada mal. El ejemplo no ha cundido.
La inutilidad de la AVL se pone de manifiesto desde el momento en que con mucha anterioridad a su creación existían la
RACV y el IEC. Cualquiera de estas dos nos resultan practicamente gratis a los valencianos. Esta gratuidad no tiene nada que ver con la AVL, cuyos académicos gozan de generosos sueldos. Los políticos disponen de dinero para las cosas que les interesan a ellos y esas cosas por lo general no nos interesan a los ciudadanos. Ni nos interesa la cafetería de lujo de las Cortes Valencianas ni nos interesa la AVL. No obstante, Camps y Pla, se han puesto de acuerdo para incluir a la cara e inútil academia en el Estatuto.
La vocación de la AVL es la de constituirse en fotocopia del IEC, pero en cuanto llegue a ese extremo no le quedará más remedio que disolverse. Le queda, por tanto, la opción de ir enredando poco a poco para no perder la excusa que le permite subsistir.


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