jueves, septiembre 14, 2006

Bill Gates

Bill Gates va a usar su fortuna, o parte de ella, a luchar contra el hambre que padece buena parte de los habitantes del continente africano. Y hace bien porque ningún esfuerzo está mejor empleado que el que se dedica a ser útil a los demás. Por otro lado, ¿qué iba a hacer él con ese dinero? No le daría tiempo a disfrutarlo todo. Ni siquiera podrían disfrutarlo sus hijos, sus nietos, ni sus biznietos, que a lo mejor no llegan a nacer, porque el mundo se puede acabar antes.
Si dedica su dinero y sus esfuerzos a acabar con el hambre de muchos, es presumible que tendrá éxito. Pero es que, además, demostrará el poco interés que las naciones industrializadas tienen en este asunto. Para que luego se quejen de la inmigración que les llega en oleadas. O nos llega. Y servirá para que nos preguntemos una vez más por la utilidad de la ONU y no sólo porque sus resoluciones no se cumplen, sino porque si tuviera autoridad moral, podría haber acometido la tarea que se propone Bill Gates y quienes se le han unido en el empeño.
Que tenga que ser un particular quien se ponga manos a la obra desenmascara a los políticos ineficaces, más dados a usar las bombas y los cañones que a atender a los problemas del mundo.
Si no hubiera tanta hambre, tanta desilgualdad y tanta injusticia, tal vez las Torres Gemelas aun estarían en su sitio. A Ben Laden, o quienes se escondan detrás de ese nombre, les resultaría más difícil reclutar voluntarios.
El afán de Bill Gates también debería sonrojar a todos esos millonarios que, complacientes, cuentan su dinero y se sienten superiores a los demás por haberlo ganado. La única superioridad que merece ser tomada en cuenta es la moral y ésa se demuestra andando. Los ricos del mundo, en lugar de gastar su dinero en las extravagancias más insólitas que se les puedan ocurrir, podrían formar asociaciones o entidades dedicadas a este fin. Saldrían ganando, porque si hay más gente con dinero para gastar, sus productos tendrán más compradores potenciales.


Lo que gusta a los empresarios

María Claudia Faverio

'Bésame mucho'

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Periodista Digital

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