jueves, mayo 25, 2006

Inteligencia y aristocracia

Leo en el blog de Javier Marías que Ruiz Gallardón ha dicho que hay que hacer más caso a la inteligencia que a la aristocracia, considerando tal vez que recurrir a las frases hechas es un signo de inteligencia. No me cabe ninguna duda de que él sabe perfectamente que ni la inteligencia es infalible ni toda la aristocracia es tonta. Y mucho menos la baronesa en concreto a la que se refiere el alcalde.
Con el teatro romano de Sagunto ocurrió algo similar, quizá bastante más grave. El teatro no era propiedad de Cipriano Císcar, ni del partido socialista, sino de todos los valencianos, más por supuesto de los saguntinos, e incluso de toda la humanidad. Pero Císcar actuó entonces convencido de que su criterio era el mejor de todos e incluso se saltó la ley a la torera, convencido de la irreversibilidad de lo que iba a hacer. Resulta que curioso que estas personas con apariencia tan culta y delicada alberguen en el fondo un espíritu dictatorial.
Alberto Ruiz Gallardón sabe que su proyecto es discutible, tanto que encuentra opositores hasta dentro de su propio partido, y que no es el dueño absoluto de Madrid. Por tanto, antes de acometer alguna iniciativa que modifique sustancialmente, como es el caso, paisajes históricos de la ciudad a la que está obligado a servir, debería conseguir la aquiescencia del resto de los actores que tengan algo que decir en el proceso, como son los políticos de la oposición y resto de autoridades competentes en la materia.


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1 comentario:

Vicente Torres dijo...

Jac:
A quien en primera instancia he atribuido carácter dictatorial es a Cipriano Císcar, sobre lo cual no dices nada.
El apelativo es cierto que podría extenderse a Ruiz Gallardón, si persistiera en su empeño, cosa que al parecer no sucede.
Saludos,