Es normal e inevitable que los niños tomen manía a algún profesor, puesto que todavía no tienen capacidad para controlar sus emociones. Los motivos por los que pueden tomar estas manías son muy variados. Los profesores deben contar con ello y no darle importancia, ya que le puede ocurrir a cualquiera.
Pero es imperdonable que un profesor tome manía a un alumno y esto es lo que reconoce el 14,4% de profesores, según noticia del diario Levante-EMV, que añade que un 22,6% ridiculizó a algún alumno y un 8,4% utilizó la intimidación y las amenazas.
Si hace poco decíamos aquí que la profesión del maestro es la más bella, hoy toca añadir que cuando los maestros no tienen la personalidad debidamente formada tornan la profesión en nefasta.
Es cierto que muchos padres entorpecen la labor de quienes procuran lo mejor para sus retoños y también es sabido que muchos de esos niños acuden a clase con defectos de muy difícil erradicación en el marco de la escuela. Pero la actitud del maestro nunca debería empeorar a un niño. Un maestro sin suficiente equilibrio emocional debería dedicarse a otra cosa.
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La fatiga crónica tiene raíces genéticas
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