Los derechos humanos no dejan de ser un mito, una música con la que nos adormecen, un deseo lejano. Allí donde hay una persona indefensa, no falta quien está dispuesto a hacérselo pagar. El derecho a la libertad individual y a la presunción de inocencia a menudo parecen sueños que hay que pedir a los Reyes Magos. Lo vemos en España, últimamente en el caso de los niños que son acosados. En Inglaterra mataron a Charles Menezes. La tendencia de Bush a recortar libertades es sintomática. En Rusia acaban de asesinar a Anna Politkovskaya. Angela Merkel dice que el presidente ruso le ha prometido investigar el crimen. ¿Pero cómo se le puede obligar a que cumpla su promesa? Rusia es un país enorme. ¿Quién se atreverá a reprocharle su presidente la muerte de una persona? Tampoco se lo reprochan a los dictadores de los países africanos. Putin no está de acuerdo con el asesinato y tampoco con el trabajo de la periodista asesinada. Esto último se lo debería de haber guardado para sí. Ella hacía algo legal y el hecho de que lo hiciera mejor o peor carece de importancia. Puede que lo hiciera mucho mejor de lo que el presidente ruso pretende hacernos creer. Que Putin dijera eso sirve para poner de manifiesto su escaso sentido democrático y su poca dignidad. Pero vivimos en el mundo en que vivimos y eso significa que nadie, o casi nadie, puede tirar la primera piedra.
Amparo Piqueres Barberá
Porque tengo hijos
'Hablar con corrección'
Amparo Piqueres Barberá
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