¿Y por qué no puedo referirme, yo también, a un artículo de Juan José Millás? Cuando Enrique Senís-Oliver quita a sus personajes el caballo sobre el que van montados, las medallas, los ropajes, quedan como desvalidos y dignos de compasión. Sus mujeres desnudas, en cambio, suelen presentar una imagen poderosa, capaz de comerse al mundo. Quizá haya demasiados pelotas en esta vida. ¿Por qué no hubo quién le dijera a Aznar que no debía mandar las tropas a Irak? ¿Por qué no hay quien les diga a Zaplana y Acebes que se vayan a casa? Ahora han nombrado a Miguel Sebastián candidato a la alcaldía de Madrid. María Teresa Fernández de la Vega debe de estar respirando aliviada. Alguien ha encontrado un paralalismo entre la aventura municipal de Miguel Sebastián en la capital de España y la de Aurelio Martínez, en su día, en Valencia. Curioso el juego que dan las elecciones municipales, por lo menos en las grandes ciudades. A Jorge Verstrynge intentar que Fraga fuera candidato por Madrid le costó su carrera política. Creo que salimos ganando todos con ello. Es una pena que sólo le haya ocurrido a uno. Justo Serna se refiere a los columnistas gallináceos y no sé en quienes puede estar pensando, pero sí que se refiere a esos que no quieren levantar el vuelo para no perder de vista los granos que hay desperdigados por tierra. En Valencia hay marejada política y no es por el Colegio del Arte Mayor de la Seda, que se cae a pedazos.
Sandrine Erdely-Sayo
Victoria pírrica
Doña Jimena
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