viernes, octubre 06, 2006

Acerca de las traiciones

Supe que una persona, tenida por muy importante por su dinero y por su poder, se sintió traicionada por alguien y poco después falleció. En el caso de que el causante de su muerte hubiera sido el disgusto por la decepción sufrida, estaría muy mal. Yo mismo he sido traicionado muchas veces, algunas de ellas por personas que gozaban de mucho predicamento social en aquellos momentos y el hecho no me ha afectado más de la cuenta. Yo no me siento responsable de los actos de los demás, salvo que haya sido el inductor, cosa que procuro evitar por todos los medios. No me gusta influir conscientemente en nadie, procuro respetar la libertad ajena al máximo, sobre todo si no me perjudica. Volviendo al asunto inicial, me parece más apropiado morirse de vergüenza por haber sido el traidor. Estas reflexiones mías están motivadas por un texto de Justo Serna, titulado ¿Quién es el traidor? y también por otro suyo anterior en el que hablaba del envilecimiento.
No es necesario definir la traición, hasta los niños pequeños la detectan cuando se produce. Lo que ocurre es que llega un momento en que han recibido tantas, que ya les parece normal que suceda. Y poco más tardan en comprender que para tener principios hace falta tener valor y también mucha determinación. En este momento es cuando el camino hacia el autoengaño está abonado. Lo peor es que el traidor no se conforma con engañarse a sí mismo, sino que intenta dar el pego a los demás y pasar por lo que no puede ser por falta de coraje. Victor Hugo lo supo
explicar muy bien.


Patricia África Crespi García

Internet y la vida real

'En compañía del sol'

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