martes, octubre 31, 2006

60 litros

60 litros por persona y día, ésa es la cantidad de agua a partir de la cual la ministra Narbona quiere penalizar el consumo. Con ese límite en el consumo de agua llega uno a plantearse la conveniencia de la ducha diaria. Y ya no sólo eso. ¿Vale la pena tirar de la cadena cada vez o conviene esperar a que del retrete surjan unos olores insoportables? Con 60 litros de agua por día, cualquiera mira con encono los riegos de los jardines, los llenados de la piscinas y, ni qué decir tiene, la simple existencia de los campos de golf. Con esa cantidad de agua ya no se habla de vivir, sino de sobrevivir. Comienza el pesimismo. ¿Y cómo hemos llegado hasta aquí? Ya hace muchos años que se viene hablando del problema del agua y de las diferentes formas de abordarlo, pero el PP, con su PHN, fue el primero en marcar una línea de actuación. La llegada de Narbona al ministerio de Medio Ambiente significó la ruptura abrupta de dicho PHN. Poco a poco vamos viendo que no tenía un plan alternativo. Los ciudadanos nos damos de bruces con la realidad. ¿Cómo es posible? Tenemos un buen número de políticos encargados de prever y resolver los asuntos. El número de políticos lo ponen ellos mismos y cuando lo modifican es para aumentarlo, nunca para reducirlo. Sus sueldos los marcan ellos también y, en este caso, siempre se ponen de acuerdo. ¿Cómo es posible entonces que no hayan sabido prever lo que iba a ocurrir y que nos veamos abocados a tantas privaciones? El propio Borrell defendía los trasvases no hace mucho. De modo que nuestra clase política ha ido improvisando todo el tiempo. Pero es que suprimido un trasvase, todos los demás se han puesto en entredicho. Aquella frase de Bono, tan certero cuando se pone demágogico, de que "las cosas no son de quien las tiene sino de quien las necesita", ha dejado de tener vigencia. Las cosas ahora son de quien las tiene, que por nada del mundo piensa compartirlas. Así que ahora quienes hablan de Dios, lo tienen más difícil aún. Para creer en Dios, antes hay que creer en el ser humano. ¿Cómo creer en quien no está dispuesto a compartir ni a ayudar? Inaugurada la carrera de los egoísmos, el final es impredecible.

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