La nueva cafetería de las Cortes Valencianas costará un millón cuatrocientos mil euros. Esperemos que se cumpla el presupuesto. Ante esta noticia, el contribuyente tiene derecho a preguntarse por los motivos que hacen posible que haya asuntos desatendidos por falta de presupuesto y, en cambio, sí que haya dinero para ese lujo. En el mismo periódico, por ejemplo, el lector puede enterarse, por si no lo sabía, ya que Rafa Marí lleva años denunciando el asunto, de que el Colegio Mayor de la Seda, Monumento Histórico Artístico, está cada vez peor. Los políticos dirán que la cafetería es competencia de un organismo y el Colegio Mayor de la Seda de otro diferente. El ciudadano puede responder que en ambos casos se trata de sus impuestos. Y que para poder pagarlos ha tenido que renunciar a tomar café ya no en una cafetería de postín, sino en el bar de la esquina. Y que la excusa para hacérselos pagar es porque con ello se contribuye al bien común. Esto es la teoría. La práctica es que el bien común consiste en hacer una cafetería de lujo para los políticos y dejar caer a trozos ese Colegio Mayor que admira embelesado y entristecido cada vez que pasa por delante. Es posible que los políticos traten de defenderse y explicar que son muchas las cosas que han de atender y el contribuyente les responderá que con la mitad de diputados la cámara podría funcionar incluso mejor. El lenguaje sufriría menos ataques irrespetuosos y el número de insultos sería menor. Y añadiría que la ferocidad con que se atacan unos polítcos a otros demuestra que lo que les interesa es el poder, no el servicio al ciudadano.
Angell de la Sierra
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