Ahora está de moda hacer la lista con las personas más influyentes, lo cual no tiene nada que ver con aquella recomendación de Julián Marías de fijarse un modelo al que tratar de imitar. Hace algún tiempo, fue muy admirado Mario Conde; después, ya no. La caída siempre hace perder muchos puntos. Tuvo que ser sustituido en la iconografía popular por personajes similares. Más o menos, por lo que un político, entonces en activo, dijo: el marioconde de turno; aunque sus entrevistadoras creyeron oír algo fonéticamente similar, pero conceptualemente no tanto.
Stephen Hawking ha preguntado si sobrevivirá la especie humana otros cien años. Es el modo de decir que por este camino no vamos bien. Pero ello no va a impedir que quienes están en los primeros lugares de la lista de personajes influyentes estén satisfechos de sí mismos. Sería una sorpresa que se preguntaran si no estarán dando mal ejemplo. Por citar a los políticos, y en caso de que ocupen esos lugares de supuesto privilegio: ¿Seguirá Calvo Sotelo admirándose a sí mismo y diciéndose que cuando sea mayor quiere ser Calvo Sotelo? ¿Meditara F. González sobre la famosa X? ¿Se preguntará Aznar si realmente es tan inteligente y patriota como se cree? ¿Se dará cuenta Zapatero, entre otras cosas, de cómo nos la ha jugado a los valencianos con la Narbona? Más aún: ¿Se atrevería Zapatero a incluir a la citada ministra Narbona en los primeros lugares de la lista de su partido en Valencia en las próximas elecciones?
Los deportes extremos presionan al corazón
Los pergaminos cátaros
Sebastián (Banco de los Pobres)
También en Periodista Digital
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