Hace unas fechas narré un atraco, con la actuación de dos héroes anónimos. Si alguien me hubiera preguntado por ellos, yo podría dar los datos que permitirían locarlizarlos inmediatamente. Pero no es previsible que nadie venga a preguntarme nada. Cuando afirmo esto no estoy ejerciendo de adivinador, algo que se me da muy mal, sino que me baso en la experiencia. En nuestros días se conceden numerosos premios, que suelen otorgarse a personajes destacados de la actualidad. Quienes reciben esos premios ya suelen haber sido agasajados por esos mismos motivos por los que los distinguen. Pero no hay, salvo error por mi parte, ningún premio para esos héroes anónimos que surgen cuando menos se los espera y que a menudo salvan vidas. Ya dije cuando hice ese relato autenticamente real que estos actos se aplauden y se olvidan inmediatamente.
La sociedad olvida a aquéllos que más necesita, porque son quienes permiten seguir soñando con un mundo mejor. Como ya conté, se trata de personas capaces de ayudar al prójimo, atendiendo un impulso generoso y sin esperar ni pedir nada a cambio. Siendo como es lo habitual que la gente se desentienda de lo que ocurre a su alrededor, para no crearse problemas, sorprende que ni siquiera las autoridades recuerden a estos maravillosos personajes. Hago constar una vez más, que uno de los dos es sacristán.
La sociedad olvida a aquéllos que más necesita, porque son quienes permiten seguir soñando con un mundo mejor. Como ya conté, se trata de personas capaces de ayudar al prójimo, atendiendo un impulso generoso y sin esperar ni pedir nada a cambio. Siendo como es lo habitual que la gente se desentienda de lo que ocurre a su alrededor, para no crearse problemas, sorprende que ni siquiera las autoridades recuerden a estos maravillosos personajes. Hago constar una vez más, que uno de los dos es sacristán.
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