jueves, julio 06, 2006

El amor de una etarra

Una etarra quiere que le reduzcan la pena porque actuaba enamorada. El hecho de que estos sujetos nos tomen reitaradamente por todos quizá signifique que, en realidad, lo somos. Deberíamos meditar seriamente el asunto.
Quiere que el amor sea eximente y yo me pregunto que por qué no es agravante. El hecho de que su abogado insista en la primera opción me lleva a pensar que la segunda no está prevista en la legislación.
Si realmente hubiera estado enamorada hubiera mirado por el bien de su amado y le hubiera apartado de la delincuencia. Si optó por ayudarle en sus fechorías es porque realmente, esté o no esté enamorada, es una mala persona. Hay dos datos que abonan esta afirmación. Se enamora de un criminal y le ayuda en sus desmanes. Hay un tercer punto en contra de la condenada y es que si alega amor, ha de pechar con las consecuencias. ¿Delinquía por amor?, pues hay que llegar hasta el final. Ha de compartir el destino con la persona amada, no vale disfrutar de lo bueno (para ellos sería bueno lo que hacían) y querer eludir lo malo. Por otro lado, ¿de qué se ha arrepentido? ¿De haberse enamorado de un etarra o de haber delinquido? A lo mejor, ni de una cosa ni de la otra, sólo que no quiere ir a la cárcel.
Colón, el impostor

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