jueves, enero 12, 2006

Ah, nuestros políticos

Creo que fue María José Pou la primera en criticar el regalo que el presidente de las Cortes Valencianas ha hecho a sus señorías. Hoy escribe congratulándose de que dos de ellos han devuelto el televisor. Ella había sugerido en su artículo inicial que los diputados renunciaran al regalo y dieran el dinero a alguna obra social. Quiero testificar que de vez en cuando tengo buenas charlas con un hombre que gasta la mayor parte de su pensión en pagar el alquiler de una habitación en una zona muy pobre de Valencia. Está divorciado, sus hijos, que viven con la madre, son preadolescentes y su salud no es buena, por lo que no puede trabajar. ¿Cómo come? Pues no lo sé. Es decir, mientras algunos se hacen regalos con el dinero de los contribuyentes otros esperan que ese mismo dinero alcance para subirles un poco la pensión. No se trata de cantidades sino de actitudes. Yo creo que todos los diputados leyeron el artículo de María José Pou, pero ocurre que el año pasado también fueron regalados y ninguno pensó en devolver su obsequio o entregarlo a quien lo necesitara más. Los ciudadanos podemos sacar la impresión favorable de que entre nuestra clase política no todo es tirarse de los cabellos, algunas veces J.I. Pla y J. De España se ponen de acuerdo.
Algunos de los diputados proceden de familias bien y no necesitan de la política para vivir, en todo caso para figurar. No necesitaban para nada el regalo del año pasado ni el de este. A saber lo que habrán hecho con ellos.
Julio De España
hizo un regalo inferior al personal de las Cortes. Hay clases y castas. Los funcionarios, lógicamente, no pueden protestar. Ninguno de los diputados ha levantado la voz por ellos. Eso es lo que da de sí nuestra clase política.
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2 comentarios:

María Paz Díaz dijo...

Si se alegra de que lo hayan devuelto dos diputados, me parece una soñadora.
Espero que se cumplan sus sueños :)

Portobello dijo...

Para empezar es que da verguenza ajena ya, que se haga ese regalo, el presidente lo debería intuir. Y segundo siquiera pensar en aceptarlo es una verdadera desfachatez. A no se que se done para los que realmente lo necesitan, si bien la generosidad debería empezar por hacer bien las políticas sociales. Abrazos