Una amiga mía se ha llevado un susto de muerte. La ha llamado su director al despacho y le ha dicho cosas que ella ha interpretado, quizás acertadamente, como amenazas veladas acerca de su puesto de trabajo. Pero a mi amiga no es fácil echarla, es funcionaria y dispone de otras seguridades. Lo que ocurre esa charla con su director le ha reavivado viejas heridas. Ella trabajó en lugares de prestigio en la capital de España y sintiéndose triunfadora pidió el traslado a su ciudad, para poder estar durante toda la semana con su familia. En su nuevo y lugareño destino observó con sorpresa irregularidades sin cuento, y no se mordió la lengua. La reacción del director fue la propia de los mediocres y vulgares: intentar destruirla mediante el hostigamiento sistemático.
Conseguir una personalidad propia cuesta trabajo y esfuerzo, pero este trabajo y este esfuerzo luego resultan gratificantes puesto que posibilitan que uno entienda a los demás y los quiera. Tener personalidad potencia el desarrollo profesional, porque se trabaja para el ser humano.
Los mediocres que no quieren hacer ese esfuerzo lo suplen un poco con la cualificación profesional, pero sobre todo con la obsecuencia hacia el poder. Da igual que quien mande sea de derechas o izquierdas, bueno o malo; siempre es poder y el pelota busca halagarlo a toda hora y en todo lugar. Esperar que uno de estos personajes reaccione con nobleza es esperar demasiado.
Mi amiga empezó a sentirse mal, sin saber porqué, y recorrió muchos especialistas. Estuvo un año de baja y en algunos momentos se hubiera tomado entero un tubo de barbitúricos, si lo llega a tener a mano. Perdió mucho peso y ello aumentaba los temores de que fuera una enfermedad grave. Finalmente dio con el médico que acertó con el motivo de sus males. La habían convertido en víctima de acoso moral en el trabajo. Le hicieron informes médicos con recomendaciones acerca del modo en que debía ser tratada pero la dirección no quiso colaborar. Los médicos insistieron en que para curar totalmente su depresión debía volver al trabajo. Se armó de valor y así lo hizo. Ella sobrevive, pero el ambiente laboral que soporta no puede decirse que sea digno de seres humanos. Quizá sería lógico en un lugar de muy escasa cultura. Este hecho me lleva a pensar en que si mi amiga que no tiene problemas de dinero ni de otro tipo, vive en permamente sobresalto, a la vista de la escasa calidad moral de la dirección de su centro ¿qué será de esos cientos de miles de trabajadores que dependen del sueldo para vivir? La posibilidad de convertirse en víctimas del acoso moral en el trabajo es real y este dato quizá lleve a muchos a abdicar gratuitamente de su dignidad.
¿Qué hace la Inspección de Trabajo para erradicar la lacra del acoso moral? ¿De cuántas actas sancionadoras por acoso moral puede presumir? ¿Qué confianza tienen en los Inspectores de Trabajo los trabajadores susceptibles de ser víctimas del acoso moral?
Conseguir una personalidad propia cuesta trabajo y esfuerzo, pero este trabajo y este esfuerzo luego resultan gratificantes puesto que posibilitan que uno entienda a los demás y los quiera. Tener personalidad potencia el desarrollo profesional, porque se trabaja para el ser humano.
Los mediocres que no quieren hacer ese esfuerzo lo suplen un poco con la cualificación profesional, pero sobre todo con la obsecuencia hacia el poder. Da igual que quien mande sea de derechas o izquierdas, bueno o malo; siempre es poder y el pelota busca halagarlo a toda hora y en todo lugar. Esperar que uno de estos personajes reaccione con nobleza es esperar demasiado.
Mi amiga empezó a sentirse mal, sin saber porqué, y recorrió muchos especialistas. Estuvo un año de baja y en algunos momentos se hubiera tomado entero un tubo de barbitúricos, si lo llega a tener a mano. Perdió mucho peso y ello aumentaba los temores de que fuera una enfermedad grave. Finalmente dio con el médico que acertó con el motivo de sus males. La habían convertido en víctima de acoso moral en el trabajo. Le hicieron informes médicos con recomendaciones acerca del modo en que debía ser tratada pero la dirección no quiso colaborar. Los médicos insistieron en que para curar totalmente su depresión debía volver al trabajo. Se armó de valor y así lo hizo. Ella sobrevive, pero el ambiente laboral que soporta no puede decirse que sea digno de seres humanos. Quizá sería lógico en un lugar de muy escasa cultura. Este hecho me lleva a pensar en que si mi amiga que no tiene problemas de dinero ni de otro tipo, vive en permamente sobresalto, a la vista de la escasa calidad moral de la dirección de su centro ¿qué será de esos cientos de miles de trabajadores que dependen del sueldo para vivir? La posibilidad de convertirse en víctimas del acoso moral en el trabajo es real y este dato quizá lleve a muchos a abdicar gratuitamente de su dignidad.
¿Qué hace la Inspección de Trabajo para erradicar la lacra del acoso moral? ¿De cuántas actas sancionadoras por acoso moral puede presumir? ¿Qué confianza tienen en los Inspectores de Trabajo los trabajadores susceptibles de ser víctimas del acoso moral?
4 comentarios:
Una amiga maestra,ha estado de baja dos meses por eso mismo, su director le hace la vida imposible.
Lleva un montón de tiempo denunciándolo y na de ná, la inspección en este caso de educación solo quiere acallar la situación, pero no es capaz de mandar a ese tio al fango, y eso que mi amiga ha probado todas sus denuncias y los compañeros lo han corroborado.
Y encima le dice que tiene que saludarlo delante de los alumnos.
Un asco.
Yo también sé de un caso en el que el inspector no sólo se desentiende de la víctima a la que supuestamente debería proteger, sino que además la amenaza con querellarse. La sensación de indefensión es total.
Como víctima de mobbing me encuentra ante un "muro" que impiden que estas personas que acosan sean castigadas como se merecen. En mi caso el instigador es el Director de mi centro de trabajo pero tiene la ayuda inestimable de "compañeros" de trabajo que dudan en echarle una mano en sus fechorías y se convierten en cómplices. !hasta cuando y hasta dónde?
Un abrzo Magda
Como víctima de mobbing me encuentro ante un "muro" que me impide que estas personas que acosan sean castigadas como se merecen y que permanezcan en la más absoluta impunidad.
En mi caso el acosador es el Director de mi centro de trabajo pero tiene la ayuda inestimable de "compañeros" de trabajo que NO dudan en echarle una mano en sus fechorías y se convierten en cómplices, cuando no en parte activa del acoso. El Director tiene la chaqueta reversible y no duda en dárse la vuelta a la misma para estar en sintonía con los políticos de turno y permanecer en la "poltrona".. los ministros pasan.. el permance..
! Y mientras tanto las denuncias, los testimnios, las evidencias no sirven de nada.. se limitan a mirar para otro lado .. y para desprestigiarte y quitar credibilidad a lo que yo digo.... llega a decir a todo el que lo pueda oir: "esta chica es que está muy mal de la cabeza".
y me pregunto ¿hasta cuando y hasta dónde?
Magda
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