En uno de los pocos artículos que Antonio Muñoz Molina escribió en la revista El Semanal, que no conservo, explicó que las víctimas conservan nítidas en su memoria las imágenes de los tormentos a que han sido sometidos. Y que esto ocurre así no porque ellos lo deseen, sino que aunque lo quieran olvidar no pueden. No importa que no tengan ningún deseo de vengarse, ni ninguna posibilidad de hacerlo. Citaba en el artículo tres casos reales.
En el otro lado están los verdugos. Ninguno de ellos es capaz de reconocer el daño que causa. El verdugo siempre tiende a minimizar sus maldades y a quitarles importancia. Y si no puede, las justifica, sin importarle la futilidad de su justificación. Su finalidad última es la de olvidar sus maldades. El papel del verdugo no resulta airoso ni para él mismo. Un verdugo es un necio.
En el otro lado están los verdugos. Ninguno de ellos es capaz de reconocer el daño que causa. El verdugo siempre tiende a minimizar sus maldades y a quitarles importancia. Y si no puede, las justifica, sin importarle la futilidad de su justificación. Su finalidad última es la de olvidar sus maldades. El papel del verdugo no resulta airoso ni para él mismo. Un verdugo es un necio.
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