martes, abril 25, 2006

Podríamos estar peor

El hecho de que una banda como la etarra haya aterrorizado durante tantos años a los españoles sin que hayamos sido capaces de erradicarla, demuestra que no todo es trigo limpio entre nosotros. Hay demasiados intereses creados y abundante lucha subterránea y no tan subterránea. Evidentemente, para muchos, hay cosas que tienen mayor prioridad que acabar con el crimen, el secuestro, la extorsión. De tal modo que nos vemos obligados a llamar proceso de paz a lo que debía tener otro nombre. Y este proceso de paz se ha visto interrumpido por la kale borroka, como era de esperar. Joseba Permach ha calificado de muy graves los ataques de Navarra y Getxo, sin llegar a condenarlos, y esa actitud ha sido recibida con muestras de alegría. El mismo Permach se ha solidarizado en nombre de su grupo con los afectados, pero no ha dicho que vaya a pagar los daños producidos. Luego de eso, ese mismo portavoz ha exigido que el Estado deje de perseguir a algunos delincuentes y criminales, a los peores de todos, precisamente.
Por su parte,
El arzobispo de Pamplona y obispo de Tudela, monseñor Fernando Sebastián, duda de que algunas de la partes implicadas en el proceso de paz recabe la intermediación de la Iglesia católica en un proceso de paz, a pesar de que la Conferencia Episcopal ha ofrecido formalmente su contribución para lograr el fin del terrorismo.
Y es que, como suele ocurrir, quienes saben escurrir el bulto cuando hay peligro saben ponerse los primeros en la cola para recibir las medallas cuando llega el momento.
Este mismo arzobispo hablando del progresivo alejamiento y desafección de los jóvenes de la Iglesia, atribuye las culpas a los
padres:
No tiene nada de extraña, porque en la juventud brota lo que los adultos siembran. En una sociedad donde el laicismo está en el poder, donde hay una militancia laicista y, por tanto, una gran permisividad e indolencia de buena parte de la sociedad con las cuestiones religiosas y morales, es lógico que la juventud no se manifieste excesivamente preocupada.

Es como si algún gran comercio notara que los jóvenes dejaban de comprar sus productos y echaran la culpa a sus padres.
De modo que podemos dar las gracias de que no estemos peor.


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