miércoles, abril 26, 2006

Los pergaminos cátaros

Pudiera ser que uno de los éxitos literarios de la Feria del Libro de Valencia, que comienza mañana, para finalizar el 7 de mayo, fuera el que lleva por título Los pergaminos cátaros, de Luis Melero.
Sin el brutal exterminio de los cátaros, por los que el autor toma partido decididamente, el curso de la historia podría haber tomado otro rumbo y eso es algo que se reprocha en la novela al Estado francés y a la Iglesia. El argumento de la obra se basa en la búsqueda, por parte de los protagonistas de la historia, de unos pergaminos que los cátaros fueron escondiendo por el Valle de Arán, antes de su horrible muerte. Cada uno de los documentos contiene una clave que permite llegar al siguiente. La acción transcurre en plena invasión napoleónica, unos cuantos siglos después de que los pergaminos fueran escondidos. Contra los soldados franceses luchan unos cuantos guerrilleros del valle, quen se han visto obligados a huir a las montañas, en donde tienen su refugio. A éstos se les vienen a unir Marianna y mosén Laurenç, que fortuitamente han encontrado los primeros documentos de la serie. Y a los soldados de Napoleón, y contra de nuestros héroes, se suma el enviado del Vaticano, Guzmán Domenicci, un perfecto malvado, dotado de una crueldad patológica.
El relato nos lleva a descubrir el modo de ser de los habitantes del hermoso valle, acerca de cuya idiosincrasia se informó cuidadosamente el autor antes de escribir la novela.
Los personajes están muy bien descritos, Marianna es una mujer que cautiva al más exigente. Es culta, refinada cuando corresponde, audaz, amorosa con los suyos y exageradamente inteligente. A su lado va creciendo Laurenç, que comienza con muchas ataduras psicólogicas. Y ésta es una paradoja: ella, dados sus humildes comienzos, tiene que desprenderse de todo tipo de prejuicios morales o de cualquier otro tipo. Por ello, ha de ceñirse a la realidad y a partir de ella, estudiar y evolucionar psicológicamente. Lo consigue porque es inteligente y fuerte. Mosén Laurenç, en cambio, ha de someterse a los condicionamientos de su posición eclesial, que le cohartan su personalidad.
El lector acaba conociendo por sus nombres a cada uno de los guerrilleros, con sus características personales y sus costumbres aranesas. Al terminar la novela, no es extraño que al lector le surjan deseos de hacer las maletas y viajar hacia el Valle de Arán, sabiendo que el trato con aquellas gentes no le va a resultar extraño.

El optimismo de la primavera

Primavera en Bergen

Hacia lo irracional

También en
Periodista Digital

No hay comentarios: