lunes, febrero 20, 2006

Racionalidad

El alcalde de Nueva York despidió a un empleado porque se percató de que tenía instalado un juego de cartas en el ordenador. Puesto que lo descubrió accidentalmente, se puede pensar que quizá haya más empleados que tengan instalados en sus ordenadores juegos o cualquier otra cosa ajena al trabajo. Tal como se produjeron los hechos, resulta que no lo despidió por tener instalado el juego, sino por no tener la suficiente cautela. El alcalde debió consultar con los expertos, en lugar de tomar una medida tan radical. Y también debió pedir explicaciones al interesado. Lo correcto, visto desde la distancia, es impedir que puedan ocurrir esas cosas. Pero el poder tienta de un modo irresistible a veces.
Arturo Pérez-Reverte cuenta en una
entrevista en El Semanal que unos guerrilleros se jugaban la vida por traerle el agua que necesitaba por padecer disentería. Y que esos mismos guerrilleros luego mataban y violaban ante sus ojos.
Ambas cosas tienen en común que se han producido instintivamente, sin que quienes han sentido los impulsos se hayan parado a analizar la naturaleza de sus actos, para determinar si son justos o injustos. El ser humano, que se pretende racional, no se da cuenta de que la racionalidad no depende de la capacidad de discurrir, sino del modo en que se utiliza esta capacidad.
Presumiblemente, el alcalde no sólo ha obrado irracionalmente, sino que intentará sacar rentabilidad electoral a este hecho.
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