Presumimos mucho de demócratas, nosotros, los españoles, incluidos los que no quieren serlo, pero en cuando rascamos un poco, no hace falta mucho para ello, aparece la vena dictatorial. Este aviso podría ser una buena muestra. Los españoles, quizá también ocurre lo mismo en otros lugares, tendemos a creer que el poder tiene razón y que quien protesta es sospechoso. Pero lo que deberíamos tener en cuenta es que quien protesta es el que hace que el sistema democrático funcione. Por principio, se debería tener en cuenta siempre cualquier tipo de reclamación, para someterla a estudio.
Supongamos que me asocio a alguna sociedad. Podría darse el caso de que no dispusiera de tiempo o que, teniéndolo, no me apeteciera usarlo para averiguar las actividades de la directiva. Y podría suceder que ésta estuviera utilizando el dinero de mis cuotas en cuestiones con las que yo no puediera estar conforme. Es evidente, entonces, que yo debería agradecer que otro socio se tomase la molestia de enterarse de las cosas y que luego me diera cuenta del resultado. Por supuesto que nadie tiene el porqué creerse de inmediato todo lo que le digan. No hace falta que explique que acepto y agradezco, en principio, que un consocio mío se dirija a mí por cualquier motivo.
Quienes detentan el poder por estos pagos suelen emplear todo tipo de subterfugios para conservarlo, bajo la mirada complaciente del público, porque lo ve natural. Me han contado, e ignoro si será cierto o no, que en cierta sociedad se cataloga como miembros destructivos a quienes no comparten la línea oficial y que incluso, ¡pásmense ustedes!, se invoca a Ortega y Gasset para justificar la caza del disidente.
Supongamos que me asocio a alguna sociedad. Podría darse el caso de que no dispusiera de tiempo o que, teniéndolo, no me apeteciera usarlo para averiguar las actividades de la directiva. Y podría suceder que ésta estuviera utilizando el dinero de mis cuotas en cuestiones con las que yo no puediera estar conforme. Es evidente, entonces, que yo debería agradecer que otro socio se tomase la molestia de enterarse de las cosas y que luego me diera cuenta del resultado. Por supuesto que nadie tiene el porqué creerse de inmediato todo lo que le digan. No hace falta que explique que acepto y agradezco, en principio, que un consocio mío se dirija a mí por cualquier motivo.
Quienes detentan el poder por estos pagos suelen emplear todo tipo de subterfugios para conservarlo, bajo la mirada complaciente del público, porque lo ve natural. Me han contado, e ignoro si será cierto o no, que en cierta sociedad se cataloga como miembros destructivos a quienes no comparten la línea oficial y que incluso, ¡pásmense ustedes!, se invoca a Ortega y Gasset para justificar la caza del disidente.
Tendríamos que fijarnos menos en el oropel de los cargos y deberíamos acostumbrarnos a comparar lo hecho con las posibilidades previas. Por ejemplo, en España nadie ha sido capaz, todavía, de democratizar y despolitizar las televisiones públicas, las Cajas de Ahorros, la Fiscalía General, etc.
Narbona derogó la transferencia a la Comunidad al considerar que perjudicaba al medio ambiente
1 comentario:
Hemos visto su comentario sobre el Club de Golf la Moraleja y nos hemos permitido la libertad de publicarlo en nuestra web de La moraleja sin censura, por ser muy interesante para los socios del Club. Excelente artículo. Sus comentarios y/o artículos son bienvenidos en nuestra blog.
Un saludo
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