Es de suponer que Alfonso Guerra se sentirá muy molesto cada vez que recuerde aquello de tahúr del Mississipi. Pero debe de sonreír cada vez que alguien repite como un loro aquello otro de valencianización de los conflictos. No creo que aquí ocurran cosas muy diferentes a las de otros lugares. Sí es cierto que tenemos problemas extras, motivados en parte por interés catalán hacia algunas de nuestras cosas y en parte por las pretendidas superioridades morales e intelectuales de la izquierda. Digo que la superioridad moral es pretendida porque resulta muy simple creer que porque se ha abrazado determinada ideología ya se es mejor que el oponente. Que la parte de la izquierda que llega al poder, porque quizá entre la gente de a pie no ocurra exactamente igual, se cree mejor o más sabia y por ello piensa que tiene derecho a actuar sin contar con los gobernados o en contra de ellos, ya lo detectó Julián Marías en 1984. Aunque también Aznar hizo algo así. Por lo menos, al mandar las tropas a Irak.
Esa pretendida superioridad de la izquierda es la que permite que en la Comunidad Valenciana opte por las tesis catalanistas, desatendiendo los deseos de la población y se hayan lanzado a la tarea de adoctrinar a la gente en este sentido. Dan por sentado que el valenciano y el catalán han de convergir en el mismo lugar, sin tener en cuenta que los idiomas son propiedad de quienes los usan y los usuarios del valenciano no tenemos el porqué desear esa convergencia. Tampoco nos parece oportuno el término País Valenciano que se empeñan en imponer. Estas cuestiones generan tensiones añadidas, que cesarían si los socialistas aceptaran los designios de los valencianos, como corresponde en democracia. Pero acaso crean que ya es muy difícil dar marcha atrás.
Esa pretendida superioridad de la izquierda es la que permite que en la Comunidad Valenciana opte por las tesis catalanistas, desatendiendo los deseos de la población y se hayan lanzado a la tarea de adoctrinar a la gente en este sentido. Dan por sentado que el valenciano y el catalán han de convergir en el mismo lugar, sin tener en cuenta que los idiomas son propiedad de quienes los usan y los usuarios del valenciano no tenemos el porqué desear esa convergencia. Tampoco nos parece oportuno el término País Valenciano que se empeñan en imponer. Estas cuestiones generan tensiones añadidas, que cesarían si los socialistas aceptaran los designios de los valencianos, como corresponde en democracia. Pero acaso crean que ya es muy difícil dar marcha atrás.
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