Arturo Pérez-Reverte habla de los niños en un artículo. Y dice que en algún momento se convierten en adultos y dejan de gustarle. Por mi parte, confieso que no sé en qué momento se rinden, porque de eso se trata. Un niño tiene todo un mundo por descubrir, pero suele tener cerca un adulto que le infunde miedo y le disuade. Yo creo que eso es lo que quiere decir Ana María Matute cuando dice que ella sigue siendo una niña. Un niño se ve indefenso ante el mundo, pero ese mismo mundo le llena de curiosidad. Un adulto es alguien que también sintió esa curiosidad, pero tuvo miedo. Si indaga, descubre. Si descubre, se ve impulsado a actuar o, de lo contrario, a sentir vergüenza. Ese adulto mira alrededor y ve como otros cierran los ojos. Decide hacer lo mismo. Con eso calma su inquietud. Adaptarse al mundo y tratar de sacar el mayor partido posible a sus habilidades forma parte de la condición animal. Tratar de satisfacer las necesidades espirituales pertenece al ámbito de lo humano. La aventura del pensamiento es quizá la más azarosa de todas. Cuando se renuncia a ella se deja de ser niño.
martes, abril 05, 2005
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario