Foto: Javier Guardiola, de vacaciones en Chile.
Escribe Carlos Herrera sobre el paellicida y quizá ha creado un vocablo nuevo, pero el concepto es viejo. El paellicida no solo existe, sino que abunda y prolifera. La paella es un plato humilde, tanto que no tiene nombre, toma el del recipiente. Paella es lo que los valencianos llamamos a la sartén. Es un plato de arroz surgido probablemente de forma casual en las casas campo y depurado con el tiempo. Son pobres los ingredientes, pero costoso el aprendizaje. Su guiso requiere arte y cariño.
José María Pemán le dedicó este poema en 1954:
¡Oh insigne sinfonía de todos los colores!
¡Oh la ilustre paella,
por fuera con su blusa de todos los colores,
quemadita por dentro con ansias de doncella!
¡Oh, polícromo plato colorista,
que antes que con gusto se come con la vista!
Concentración de glorias donde nada se deja.
Compromiso de Caspe entre el pollo y la almeja.
¡Oh, plato decisivo:
gremial y colectivo!
¡Oh, plato religioso
donde todo es hermoso
y todo se distingue, pero nada está roto!
¡Oh, plato liberal donde un grano es un grano
como un hombre es un voto!
Carlos Herrera describe al paellicida primaveral y Javier Guardiola, cuyo padre desde el alicantino Parcent recaló en la lejana Mendoza, hace constar que también existe el asadicida:
En Argentina están los que se creen que hacen muy bien un "asado" criollo, y no son más que unos verdaderos "asadicidas" parangoneando a Don Carlos Herrera. El "asadicida" hace esto: tapa el asado con diarios (asado a la piamontesa, le dice un tío mío muy criollo) lo troza cuando lo pone en la parrilla y encima lo troza (para ver cómo va) mientras lo va asando: a esto se le llama "caranchar" el asado, es decir, despedazarlo como lo haría un carancho, que es un ave de rapiña. El asadicida pone fuego fuerte y "arrebata" la carne, esto es, que está quemada , digamos que negra, por fuera y roja por dentro. El asadicida no conoce la paciencia del asador, y anda dando vuelta y toqueteando todo el tiempo el asado. No sabe que el verdadero criollo, es un tipo muy holgazán que deja que "el asado se haga solo". Finalmente, el asadicida servirá el asado medio frío, y los comensales a esa altura, se habrán llenado con ricas ensaladas preparadas por las comadres y con muy buenos salamines picados gruesos y por supuesto, con buenos -o malos- vinos que harán pasar el mal rato.
Y eso que como casi todo el mundo sabe, con las cosas de comer no se juega
José María Pemán le dedicó este poema en 1954:
¡Oh insigne sinfonía de todos los colores!
¡Oh la ilustre paella,
por fuera con su blusa de todos los colores,
quemadita por dentro con ansias de doncella!
¡Oh, polícromo plato colorista,
que antes que con gusto se come con la vista!
Concentración de glorias donde nada se deja.
Compromiso de Caspe entre el pollo y la almeja.
¡Oh, plato decisivo:
gremial y colectivo!
¡Oh, plato religioso
donde todo es hermoso
y todo se distingue, pero nada está roto!
¡Oh, plato liberal donde un grano es un grano
como un hombre es un voto!
Carlos Herrera describe al paellicida primaveral y Javier Guardiola, cuyo padre desde el alicantino Parcent recaló en la lejana Mendoza, hace constar que también existe el asadicida:
En Argentina están los que se creen que hacen muy bien un "asado" criollo, y no son más que unos verdaderos "asadicidas" parangoneando a Don Carlos Herrera. El "asadicida" hace esto: tapa el asado con diarios (asado a la piamontesa, le dice un tío mío muy criollo) lo troza cuando lo pone en la parrilla y encima lo troza (para ver cómo va) mientras lo va asando: a esto se le llama "caranchar" el asado, es decir, despedazarlo como lo haría un carancho, que es un ave de rapiña. El asadicida pone fuego fuerte y "arrebata" la carne, esto es, que está quemada , digamos que negra, por fuera y roja por dentro. El asadicida no conoce la paciencia del asador, y anda dando vuelta y toqueteando todo el tiempo el asado. No sabe que el verdadero criollo, es un tipo muy holgazán que deja que "el asado se haga solo". Finalmente, el asadicida servirá el asado medio frío, y los comensales a esa altura, se habrán llenado con ricas ensaladas preparadas por las comadres y con muy buenos salamines picados gruesos y por supuesto, con buenos -o malos- vinos que harán pasar el mal rato.
Y eso que como casi todo el mundo sabe, con las cosas de comer no se juega
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