Decía Camilo José Cela que a quien acierta en una cosa se le exige que acierte en todo lo demás. Hay que partir de la base de que el ser humano es muy poca cosa, cósmicamente hablando. La posibilidad de equivocarse es muy grande, porque aparte de nuestra pequeñez están los condicionantes, que a veces nos influyen sin que seamos conscientes de ello. Lo que importa del ser humano, entonces, es la actitud. Lo que desea hacer y el grado de empeño que pone en ello.
"Quien se encadena está perdido: la corrupción ha penetrado en su alma", puso Joseph Conrad en boca de uno de sus personajes. Cuando alguien ingresa en una organización, digamos por caso, con la intención de aportar lo que pueda, no se está encadenando, puesto que al ser su intención la de dar, puede romper el vínculo en cuanto perciba que ha podido equivocarse, puesto que moralmente no sentirá obligado, al no ser las cosas como había pensado en un principio. En cambio, si se inscribe en esa misma organización para extraer algún beneficio, con ello sacrifica su personalidad, y al perderla, lo pierde todo, se conviete en otra persona. Aparte de que una vez que ha sacrificado su personalidad, la codicia le impedirá fijarse en ninguna norma moral, y sólo será el riesgo de caer en manos de la Ley lo que le sirva de freno. La actitud es el rasgo fundamental en las personas, por más que nos empeñemos en criticar al prójimo por lo que dice o piensa, en lugar de por sus intenciones e intereses.
"Quien se encadena está perdido: la corrupción ha penetrado en su alma", puso Joseph Conrad en boca de uno de sus personajes. Cuando alguien ingresa en una organización, digamos por caso, con la intención de aportar lo que pueda, no se está encadenando, puesto que al ser su intención la de dar, puede romper el vínculo en cuanto perciba que ha podido equivocarse, puesto que moralmente no sentirá obligado, al no ser las cosas como había pensado en un principio. En cambio, si se inscribe en esa misma organización para extraer algún beneficio, con ello sacrifica su personalidad, y al perderla, lo pierde todo, se conviete en otra persona. Aparte de que una vez que ha sacrificado su personalidad, la codicia le impedirá fijarse en ninguna norma moral, y sólo será el riesgo de caer en manos de la Ley lo que le sirva de freno. La actitud es el rasgo fundamental en las personas, por más que nos empeñemos en criticar al prójimo por lo que dice o piensa, en lugar de por sus intenciones e intereses.
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