Recordar a los muertos

Leo en la columna de Manuel Alcántara que la sociedad que explota el cementerio de Granada planea poner a la venta colgantes con los que quienes lo deseen puedan llevar unas pocas cenizas del muerto. Ya quedaron definitivamente atrás aquellos tiempos en que se dejaba a los muertos en los campos para que se los comieran las alimañas, cumpliendo así el ciclo ecológico. Y aunque hay quienes desearían que volvieran aquellas prácticas, todos sabemos que es imposible, por muchos motivos. Aquellos antiguos sabían que el cuerpo había cumplido su misión y quizá también estuvieran enterados que lo que queda después de la muerte es lo que se ha hecho y acaso el ideal por el que se ha luchado. ¿Pervirá el ideal nacionalista dentro de cincuenta o cien años? Los egipcios escribían a los muertos. En nuestra civilización no se concibe esta posibilidad, pero quizá no sea infrecuente el diálogo con aquellos con los que se trató y que ya no están entre nosotros. No es necesario guardar ningún objeto para recordar a alguien. En el supuesto de que De Juana Chaos hubiera muerto como consecuencia de la huelga de hambre, algo que no cree ni monseñor Uriarte, hubiera sido recordado durante mucho tiempo. De hecho, aunque tarde en morirse, no cabe ninguna duda de que no va a ser olvidado hasta dentro de muchos años.
Lo cierto es que a veces nos cuesta mucho hacernos a la idea de que aquellas personas a las que quisimos ya no están. Y no nos basta con hablar con ellos de vez en cuando, sino que necesitamos llevar algo suyo acompañándonos a todas partes.


Marcando el MRI

A por, secuencia innecesaria

Doña Jimena