jueves, noviembre 09, 2006

El plátano

Algunos hablan a las plantas y dicen que con ello desarrollan mejor, puesto que lo sienten. También hay bastante gente que habla a los animales y en este caso sí que se nota inequíviocamente la respuesta. Y hay quien se dirige a las personas sin que éstas, en muchas ocasiones, ni se inmuten. El ser humano es el único animal capaz de encerrarse en una burbuja compuesta por sus intereses inmediatos y su temor a la libertad. Quienes se muestran impermeables a las ideas o las pulsiones humanas tal vez estén pidiendo un plátano.
Sé de alguien que, arbitrariamente y sin que medie un motivo real o confesable, ha pasado de ser importante en su empresa a estar mal visto. Y eso a pesar de las muchas horas de trabajo que ha venido y viene prestando sin cobrarlas. La cosa se agrava si se tiene en cuenta que una buena parte de su sueldo es de retribución voluntaria. Es decir, si su jefe considera que "se ha portado bien" se la pagan. Imagino que Arturo Pérez-Reverte podría dar de memoria una nutrida lista de héroes gloriosos que en la misma tesitura hubieran optado por la dignidad en lugar de por "portarse bien", de modo que no hubieran cobrado ese plus. Pero no toca hablar de las proezas de que son capaces los héroes, sino de que el Ministerio de Trabajo no debería consentir que las empresas regalaran pagas arbitrariamente. Quizá haya quien recuerde que es una costumbre antigua. Pues sigamos lanzando también a las cabras desde los campanarios. Puede que alguien diga que no se puede impedir que los empresarios, o las Juntas de Accionistas, hagan lo que quieran con su dinero. Pero ocurre que cualquier cosa que vaya en menoscabo de la dignidad humana es contraria a la Constitución. No creo que nadie pueda alegar que esos pagos arbitrarios tienen como finalidad la de promover la altura de miras y la nobleza del personal al que van destinadas. Zapatero es el último que ha llegado con la intención de arreglar el mundo y no sabemos si lo que ha hecho es liarlo más. A lo mejor no se ha enterado del peligro que hay de resbalar con una piel de plátano.



Sandra Correa León, encarcelada

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