sábado, noviembre 05, 2005

Ramón Sampedro

Un comentario de la simpática Zuriñe, en el que cita a Ramón Sampedro me lleva a plantearme el asunto del suicidio. Creo que en el comportamiento humano tiene gran importancia el instinto de supervivencia y por ello los esfuerzos de los gobernantes deben de ir en el sentido de conservar la vida. En mi opinión ni es bueno el aborto ni lo es el suicidio. El aborto no lo es porque fomenta el egoísmo y consagra la prioridad del fuerte sobre el débil. Ahora bien, en esta sociedad que estamos construyendo entre todos, dar a luz, y mantener un hijo después, requiere de grandes dosis de heroísmo. Ninguna ley debería poder exigir el heroísmo a nadie.
Suicidarse, en principio, es dejar en la estacada a los demás. Se trata de otro acto egoísta. Pero una vez dicho esto, resulta que si yo quisiera suicidarme (y al decir ésto no estoy dando a entender de ninguna de las maneras que tenga esa intención, sino que he tomado el ejemplo más cercano que tengo) podría escoger formas y maneras. Esta posibilidad no la tuvo Ramón Sampedro.
Como he dicho antes, vivimos en un mundo en el que a menudo hace falta mucho coraje para poder vivir y no porque la vida sea dificultosa en sí, sino porque sus habitantes no sabemos hacer que sea realmente habitable. En estas condiciones es difícil reprocharle a un suicida su acto. Como dejó escrito Albert Camus, el más leve gesto puede ser la gota que desborde el vaso.

2 comentarios:

Portobello dijo...

Eres todo un caballero, Vicente. Creo que Sanpedro tenía una mente muy lúcida y lógica y contra eso ninguan fe ciega puede. Ni mucho menos quiere decir que otros no encuentren una segunda realidad en una situación parecida, pero ni todos somos iguales ni hay una única respuesta de conformidad con la vida para todos. Un abrazo cálido.

OjO al Texto dijo...

Conservar la vida como dices es labor del Estado. Mucho más problemático es ponernos de acuerdo sobre cuál es la mejor forma de cumplir con este ideal noble e importante.