sábado, noviembre 19, 2005

España me la suda

España, como todas las naciones, tuvo un principio. Las fronteras y los rasgos peculiares que nos caracterizan son fruto de los avatares históricos. Si éstos hubieran sido otros, las fronteras podrían no haber sido las mismas, ni tampoco nuestro modo de ser. España, como el resto de las naciones, tendrá un final. En algún momento llegaremos a tener un solo gobierno en la Tierra y, por tanto, desaparecerá el concepto nación. En ese momento podremos, ya de verdad, empezar a combatir el hambre y la miseria. El voto de todos los habitantes del planeta valdrá lo mismo. En el cómputo total del tiempo, la existencia de las naciones no habrá sido más que una anécdota irrelevante y transitoria.
Lo que importa es la humanidad. Y lo que está al servicio del ser humano es la justicia, es la equidad y en definitiva todo aquello que contribuya a su engrandecimiento y a su bienestar. O sea, los valores.
Si un ciudadano corriente, por ejemplo, yo, habla de identidad colectiva, no está diciendo más que tonterías. Esa misma referencia a la identidad colectiva en boca de un político es un arma peligrosa. Quiere alcanzar el poder o acrecentar el que tiene.

La resurrección

María Cruz Cabeza Sánchez-Albornoz

Rafa Marí.-

El ajedrez moderno nació en Valencia, según José Antonio Garzón
También en Periodista Digital

1 comentario:

Portobello dijo...

Vivimos en un país de banderas izadas. Muchos políticos han descubierto el poder esotérico de un trozo de trapo, la dimensión alucinógena de los símbolos, el influjo de las señas diferenciales sobre la visceralidad de la gente. El ondear de las banderas hignotiza a los pueblos. Algo así como el anillo del Señor de los anillos. Un abrazo