viernes, octubre 07, 2005

Zaplana

En estos tiempos en los que la gente se atreve a blindarlo todo, incluso el agua que corre río abajo y en los quizá no tarde en llegar también el día en que se blinde el aire que respiramos, y aparezca un cantautor con pinta de solidario, que nos explique que debemos de llevar cuidado con lo que respiramos, no vaya a ser que ese aire pertenezca a otras personas, por venir del lugar en el que viven, causa extrañeza que Camps y Pla, además de poner cláusulas tontas, no hayan aprovechado para establecer de modo claro e inequívoco la valencianidad del primer Siglo de Oro español. Pero Camps no parece tener mucho interés por la cosa y Pla, tal vez, arda en deseos de regalárselo al tripartito.
Pero, para regalos el de Zaplana. Tras la gran manifestación que hubo en defensa del idioma valenciano, Zaplana se comprometió a tomar como cosa propia esa cuestión. Sin embargo, su primer nombramiento en la Consejería que debía atender el asunto fue para el catalanista Fernando Villalonga. Es innegable el derecho de cada uno a tener su propia opinión, pero no a engañar ni a ser desleal con los demás. Villalonga no debió aceptar el cargo, puesto que la oferta era una burla al electorado. Cuando Tierno dijo lo que dijo no hablaba por sí solo. Por razones obvias, Zaplana tuvo que sustituir pronto al citado Consejero. Y viene a cuento decir ahora que éste ha desvelado que por aquel entonces Zaplana ya pensaba que valenciano y catalán son la misma cosa. De acuerdo con esta información, resulta que las opiniones de los ciudadanos que le votan y le pagan no le importan demasiado.
El mayor empeño de Zaplana fue que la oposición le dejara tranquilo y el mayor interés de ésta era, y parece ser que es, imponer el catalán en la Comunidad Valenciana. De modo que ya tenemos el caldo de cultivo apropiado para que nos regalara la Academia Valenciana de la Lengua y para que ésta, poco a poco, vaya haciendo su labor después. Y puesto que ya no parece haber modo de que nos saquemos de encima a estos académicos, acaso lo mejor sería darles la máxima dignidad, esto es, equiparar sus sueldos a los de los académicos de la RAE. Para que no sean menos que ellos.

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