El magnífico articulista y gran poeta, Manuel Alcántara, sufrió una pequeña confusión en este artículo, al referirse a la inteligencia. Por lo menos, eso es lo que opino. Aunque comienza por definir lo que él entiende por inteligencia, creo que con ello tampoco arregla nada. Hablar sobre esto es un poco más fácil que hablar de Maragall, del que no sabemos si es socialista, nacionalista, demócrata o trata de doblegar a La Vanguardia y la Corporación de Radio y Televisión de Cataluña
Aunque no sé si está definitivamente establecido así, pienso que la inteligencia es algo hereditario, como el color de los ojos o la fortaleza física. Acaso pudiera ser que, al igual que ocurre con la condición física, mediante el entrenamiento pudiera mejorarse, pero sólo hasta cierto punto.
Pero la inteligencia no es en modo alguno lo que nos inclina hacia el bien o el mal. Si fuera así, seríamos buenos o malos por nacimiento.
Hacer el bien o el mal es cuestión de la voluntad. Por ejemplo, una persona puede ser extremadamente amable y obsequiosa cuando trata, pongamos por caso, con Botín o Alierta. Y esa misma persona puede sentir más tarde la tentación de avasallar a quien se encuentra indefenso. Se trata entonces de sobreponerse a la tentación y comprender que toda persona es un ser humano. A los pobres se les ven más defectos que a los ricos. Pero quien tiene fuerza de de voluntad, actua según le explicaba Hamlet a Polonio: "Si nos tuvieran que tratar según nos merecemos, habría que molernos a palos a todos. Trátalos según tu propio honor y respeto".
Es la voluntad la que decide como y para qué hemos de emplear la poca o mucha inteligencia que tengamos. Y la que hace que no nos conformemos con autojustificaciones facilonas.
Aunque no sé si está definitivamente establecido así, pienso que la inteligencia es algo hereditario, como el color de los ojos o la fortaleza física. Acaso pudiera ser que, al igual que ocurre con la condición física, mediante el entrenamiento pudiera mejorarse, pero sólo hasta cierto punto.
Pero la inteligencia no es en modo alguno lo que nos inclina hacia el bien o el mal. Si fuera así, seríamos buenos o malos por nacimiento.
Hacer el bien o el mal es cuestión de la voluntad. Por ejemplo, una persona puede ser extremadamente amable y obsequiosa cuando trata, pongamos por caso, con Botín o Alierta. Y esa misma persona puede sentir más tarde la tentación de avasallar a quien se encuentra indefenso. Se trata entonces de sobreponerse a la tentación y comprender que toda persona es un ser humano. A los pobres se les ven más defectos que a los ricos. Pero quien tiene fuerza de de voluntad, actua según le explicaba Hamlet a Polonio: "Si nos tuvieran que tratar según nos merecemos, habría que molernos a palos a todos. Trátalos según tu propio honor y respeto".
Es la voluntad la que decide como y para qué hemos de emplear la poca o mucha inteligencia que tengamos. Y la que hace que no nos conformemos con autojustificaciones facilonas.
3 comentarios:
Gracias por visitarme. Yo creo respecto a tu post que todos tenemos la sufuciente inteligencia que requerimos para ser felices.
Jodidos los intelectuales, nunca alcanzan la felicidad.
La inteligencia puede ser hereditaria, sí. pero como bien has dicho, sin entrenamiento no se logra nada. Aunque uno nazca con un gran potencial físico, no llegará, muy lejos si se pasa ña vida tirado en un sofá; mientras que aquel que se entrena a diario y se esfuerza, aún habiendo nacido con menos cualidades físicas, puede llegar a ser un gran atleta. La inteligencia es la suma de demasiadas cosas.
Respecto a la bondad y la maldad... No creo q existan buenos o malos, sólo seres humanos que actúan de modos diferentes según las circunstancias. Tb se trata en este caso de la suma de demasiadas cosas. Nada es nunca blanco o negro
Luxia, muchas gracias.
Brianda, coincido contigo en cuanto a la inteligencia se refiere. Con respecto al otro punto, creo que yo no había hablado de buenos y malos, sino de maldad y bondad. Creo que todos hacemos ambas cosas. Lo que hace falta es que siempre intentemos hacer sólo una.
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