Creo que hay una norma que advierte que lo que funciona no se debe tocar. La Monarquía española viene cumpliendo su función de un modo no ya aceptable sino a veces muy por encima de sus previsiones. Sin embargo, a pesar de los grandes problemas que tenemos los españoles, muchos de ellos muy lejos de poder ser resueltos a corto plazo, nos buscamos otros, y no faltan voces que piden el cambio de la forma de Estado.
Pero si tenemos en cuenta la polarización de la política española, con ofensas contínuas entre los líderes de los partidos, produce pavor pensar que en lugar del Rey tuviéramos como Presidente al líder de uno de los partidos políticos. Fácil es pensar que por lo pronto media España no lo aceptaría. Y aunque el elegido asegurara que iba a ser el Presidente de todos, tampoco iba a ser creído tan fácilmente. La experiencia no lo iba a hacer aconsejable.
El Rey sí representa a todos, está por encima de los partidos, y ocupa un hueco que si estuviera vacío podría despertar alguna ambición insana.
Hay quien piensa que la monarquía nos cuesta cara, pero creo que si comparamos su rendimiento con el de otros muchos políticos, nacionales y autonómicos, y lo relacionamos con su coste, comprobaremos que nos sale barato. El Rey resuelve problemas. Gran parte de los políticos que nos gastamos, los crean. Y otros muchos no hacen nada.
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