En democracia no gana las elecciones el mejor, ni quien presenta el programa más adecuado, sino quien desean los votantes que gane. Puede ser que ocurra todo lo anterior, pero no es preciso. Lo sabemos los ciudadanos, pero parece que lo ignoran los políticos, o algunos de ellos, porque se creen de una casta superior. Y pasan por encima de los votantes. En su artículo El órdago de Maragall , Lluis Foix cuenta lo siguiente:
Extraña situación en la que el Estatut recibía el aval solemne del líder de la oposición catalana sin la presencia del presidente de la Generalitat. A las pocas semanas Zapatero conversaba en Madrid con Maragall durante más de dos horas. El presidente del gobierno español le dijo al presidente de los socialistas catalanes que el precio de aquel pacto, impuesto por Artur Mas, era que Maragall no se volviera a presentar como candidato a las próximas elecciones autonómicas.
Pero es que, en su día, Jordi Pujol ya exigió, y consiguió, que Vidal-Quadras fuera apartado de la dirección del PP en Cataluña. Y es que desde siempre Pujol ha evidenciado su natural tendencia a utilizar todos los medios a su alcance para forzar la voluntad de los demás. Su sucesor va por el mismo camino. El otro partido nacionalista, ERC, también ha impuesto a Vendrell, como Consejero.
En el mismo artículo, Lluis Foix recuerda que Felipe González calificó a Maragall como gota malaya:
Felipe González decía de Maragall que es como una gota malaya. Hace veinte años y ahora. Si quiere presentarse lo volverá a hacer aunque cuente con más apoyo en Esquerra que en su propio partido.
Reivindico el derecho de Maragall a presentarse a las elecciones, por muy gota malaya que sea. Zapatero no aceptar ese trato antidemocrático. Si es capaz de aceptar eso, podemos pensar que puede aceptar también cualquier otra barbaridad y ahora me estoy refiriendo al trato con otra clase de gente. Con los etarras para ser exactos.
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