No es infrecuente que personas que actúan regularmente con perversidad al referirse a otro digan que se trata de una buena persona. No deja de sorprender esta alusión a la bondad, máxime cuando por lo general quienes la hacen tienen constancia de su propia maldad, porque se les ha advertido de ello o porque no son tontos del todo. Ocurre que entre obedecer a su estómago o a su conciencia, suponiendo que ésta todavía no se haya aburrido y siga mandándoles mensajes, prefieren lo primero. Se les puede aplicar aquello que decía el genial hidalgo a su escudero: Bien se ve Sancho que eres villano y de aquellos que dicen viva quien vence.
No tiene ninguna importancia, pues, lo que estos seres moralmente insignificantes puedan opinar de los demás, da lo mismo que piensen que son buenos, malos o cualquier otra cosa, puesto que su opinión puede cambiar con un simple guiño de sus superiores jerárquicos. No merecen tomarse en consideración sus opiniones sobre ninguna cosa, lo que a ellos tampoco les importa. No se plantean dudas, ni la famosa ser o no ser, ni ninguna otra. Saben lo que quieren.
No tiene ninguna importancia, pues, lo que estos seres moralmente insignificantes puedan opinar de los demás, da lo mismo que piensen que son buenos, malos o cualquier otra cosa, puesto que su opinión puede cambiar con un simple guiño de sus superiores jerárquicos. No merecen tomarse en consideración sus opiniones sobre ninguna cosa, lo que a ellos tampoco les importa. No se plantean dudas, ni la famosa ser o no ser, ni ninguna otra. Saben lo que quieren.
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