El diario ABC publicó ayer una entrevista con Angela Merkel, en la que ésta habla de patriotismo, solidaridad e individualismo. Se trata de conceptos que muchas veces no se tienen muy claros y por ello generan a menudo conductas erróneas. El patriotismo es solidario se recurre a él a causa de una agresión o de una injusticia, que busca ser reparada. Pero es insolidario cuando pretende establecer algún tipo de ventaja o dominio sobre otros.
Es curioso comprobar que haya que apelar al orgullo alemán para establecer políticas solidarias, en lugar de referirse sencilla y llanamente al sentido de responsabilidad:
El ser humano es intrínsecamente libre, pero esa libertad no le exime de responsabilidad frente a sus semejantes. La libertad llevada hasta el grado de que un individuo se desentienda de sus obligaciones sociales hace que éste pierda su condición humana, puesto que si no orienta sus esfuezos para el beneficio de la sociedad, su vida queda totalmente vacía.
Es curioso comprobar que haya que apelar al orgullo alemán para establecer políticas solidarias, en lugar de referirse sencilla y llanamente al sentido de responsabilidad:
-¿No será que Alemania no tiene suficiente orgullo nacional para afrontar una política reformista?
-En este momento estoy leyendo «La cultura de la libertad», de Udo di Fabio, y como es natural me interesan los efectos positivos de la libertad individual, pero también el hecho de que el ejercicio extremo de esa libertad se oponga a la identidad común de un pueblo. Este tema es especialmente complejo en el caso de Alemania, como consecuencia de la responsabilidad derivada de nuestra historia.
-Entonces, ¿qué grado de sentimiento de comunidad hace falta?
-No quiero enfrentar la libertad individual a la pertenencia a la comunidad. Si tenemos en cuenta que el efecto protector de la comunidad cobra cada vez más importancia en un mundo globalizado, salta a la vista que es mucho más difícil tomar las decisiones que las circunstancias requieren sin el concurso de la solidaridad. Porque hay ámbitos en los que la mayoría de la población no va a experimentar de manera inmediata ninguna mejora mensurable, sino todo lo contrario. La aceptación del aumento de la edad de jubilación a los 67 años requiere un compromiso con la comunidad, porque en el caso de la justicia intergeneracional se hace patente que nadie debe pensar sólo en sí mismo, sino también en las generaciones venideras y en el futuro.
El ser humano es intrínsecamente libre, pero esa libertad no le exime de responsabilidad frente a sus semejantes. La libertad llevada hasta el grado de que un individuo se desentienda de sus obligaciones sociales hace que éste pierda su condición humana, puesto que si no orienta sus esfuezos para el beneficio de la sociedad, su vida queda totalmente vacía.
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