martes, marzo 21, 2006

Rosa Regàs

Cuando la vida pone a alguien ante una tesitura que excede de sus fuerzas, éste se apresura a cometer algún error, para dejar bien claro ante todos, pero sobre todo ante sí mismo, que renuncia a la lucha por superar el reto. Adolfo Suárez hizo algo grandioso, pero no terminó de redondear la faena, sin duda por no poder rodearse por las personas adecuadas. No le salió bien el Estado de las Autonomías, debió buscar algo más elaborado y más justo; no independizó a la tv pública del gobierno, ni tampoco al Fiscal General. Leopoldo Calvo Sotelo supo desde el principio que su mandato era provisional y que, por ello, se esperaba poco de él, así que no tuvo que esmerarse en este sentido. Felipe González, por su parte, optó por la prepotencia y comenzó por expropiar Rumasa y luego su gobierno se ahogó entre filesas, etc. José María Aznar iba a obtener un premio excesivo, él no pretendía tanto cuando comenzó, así que llegó un momento en que se empeñó en cometer un error tras otro, para emborronar su historial, y no contento con ello, ahora se empeña en ser detestado incluso dentro de su propio partido. Y más aún, insiste en ser una losa atada al cuello de aquél a quien eligió para sucederle, de modo que tampoco éste pueda guardarle excesivo agradecimiento. José Luis Rodríguez Zapatero ha optado por el sectarismo como método de autolimitación. Una de las muestras de ese sectarismo es Rosa Regàs, cuyo desprecio por el idioma valenciano debería ser incompatible con su cargo. Los argumentos que se utilizan para defender al idioma catalán ante el riesgo de desaparición, también sirven para defender al idioma valenciano. Pero cuando entra en escena este último desaparece la sensibilidad de los catalanistas, que se convierten de inmediato en émulos del caballo de Atila. Los argumentos de Rosa Regàs a este respecto son facilones y manidos.
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