Circula por internet un escrito en cuyo pie consta el nombre de un periodista, locutor de televisión de su país, en el que alerta sobre un posible atentado (por un motivo concreto, que causa disgusto a los terroristas), en alguna estación del metro de una gran ciudad.
Lo que quieren los terroristas, evidentemente, es que pensemos en estas cosas y vivamos aterrorizados y que veamos un sospechoso en cada árabe, en cada tez oscura. Pero es imposible dejar de sentir un escalofrío al pensar en ello. Este terrorismo es mucho peor que el etarra. El mal no tiene fondo. Siempre hemos tenido la sensación de que terminar con ETA es posible. Para ello, bastaría con que todas las fuerzas vivas del país se marcaran esta prioridad. Que se olvidaran de componendas y de comprensión hacia "esos chicos". El nuevo terrorismo internacional, por contra, y por lo menos en estos momentos, se nos presenta como invencible. Sus componentes están diseminados, de modo invisible, por todo el mundo. Su capacidad de hacer daño es inmensa.
A ETA y a todos los que en mayor o menor grado, con su complicidad activa o pasiva, han colaborado con ella, hay que cargarles en cuenta no sólo el inconmensurable daño que han hecho, sino que además han servido de modelo y de banco de pruebas a Al Qaeda.
Lo que pretende este terrorismo es que una barrera de odio separe el mundo islámico del occidental. A ésto, sí nos podemos resistir.
Lo que quieren los terroristas, evidentemente, es que pensemos en estas cosas y vivamos aterrorizados y que veamos un sospechoso en cada árabe, en cada tez oscura. Pero es imposible dejar de sentir un escalofrío al pensar en ello. Este terrorismo es mucho peor que el etarra. El mal no tiene fondo. Siempre hemos tenido la sensación de que terminar con ETA es posible. Para ello, bastaría con que todas las fuerzas vivas del país se marcaran esta prioridad. Que se olvidaran de componendas y de comprensión hacia "esos chicos". El nuevo terrorismo internacional, por contra, y por lo menos en estos momentos, se nos presenta como invencible. Sus componentes están diseminados, de modo invisible, por todo el mundo. Su capacidad de hacer daño es inmensa.
A ETA y a todos los que en mayor o menor grado, con su complicidad activa o pasiva, han colaborado con ella, hay que cargarles en cuenta no sólo el inconmensurable daño que han hecho, sino que además han servido de modelo y de banco de pruebas a Al Qaeda.
Lo que pretende este terrorismo es que una barrera de odio separe el mundo islámico del occidental. A ésto, sí nos podemos resistir.
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