Pronto estará en las librerías la novela Los pergaminos cátaros, de Luis Melero. Conviene recordar, ya lo había contado Incitatus en El Cultiberio, que Luis Melero estuvo trabajando hasta hace unos meses en una gran empresa española. Ésta tiene una web en la que aparecen sus altos cargos, con su aura de respetabilidad. Examinemos esa respetabilidad. El novelista tuvo una encargada que continuamente se refería a sus pelos de no sé donde. Ella lo decía no de este modo, sino tal y como supongo que se dice en un prostíbulo. Le restregaba por la cara que cobraba el triple que él. ¿Se enteraban esos altos cargos de que su personal de confianza actúa de ese modo? Cuando publicó Oro entre brumas, pidió permiso para ir a la presentación y se lo denegaron. A mí me daría vergüenza que me echaran esas cosas en cara. Otro de los encargados se acercaba a hurtadillas por detrás de los trabajadores, para ver si los sorprendía leyendo o haciendo crucigramas, durante las largas horas en que no suele haber clientes. A Luis no lo cazaron nunca. Pues estas son las cosas de las que pueden estar orgullosos esos señores. Uno de los encargados les recordaba que para que percibieran cierta gratificación él tenía que presentar informes favorables de ellos. Y si esto es así es porque así lo ha determinado ese Consejo de Administración.
Luego publicó La Desbandá y esos empresarios, que acaso se creen modélicos, lejos de enrojecer por el hecho de que tuvieran destinado a tan bajas tareas y a merced de personas con tan pocos miramientos y escrúpulos, a alguien tan capacitado, lo despidieron. No es de esperar que se arrepientan y ni siquiera que comprendan que han hecho algo mal.
Hace mal el Ministerio de Trabajo en no tomarse estos asuntos en serio. No se trata de un caso aislado. Yo puedo hablar sobre algún caso similar. Y Marina Parés podría contar muchos más.
Luego publicó La Desbandá y esos empresarios, que acaso se creen modélicos, lejos de enrojecer por el hecho de que tuvieran destinado a tan bajas tareas y a merced de personas con tan pocos miramientos y escrúpulos, a alguien tan capacitado, lo despidieron. No es de esperar que se arrepientan y ni siquiera que comprendan que han hecho algo mal.
Hace mal el Ministerio de Trabajo en no tomarse estos asuntos en serio. No se trata de un caso aislado. Yo puedo hablar sobre algún caso similar. Y Marina Parés podría contar muchos más.
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