Una de las cuestiones que surgen cíclicamente es el de la reforma constitucional. Y no faltan motivos para ello puesto que nuestra Constitución, como todo, es perfectible y no sólo éso, sino que la experiencia debería servirnos para pulir algunos detalles, que en su momento no se pudieron calibrar debidamente. Sin embargo, cualquier tentativa en este aspecto provoca recelos. El motivo es claro, cuando se hizo había inexperiencia en muchos de los asuntos a tratar, pero había sobre todo espíritu de consenso. Hoy todo son egoísmos desatados que, además, se muestran sin ningún tipo de recato.
Cuando se redactó, algunas Comunidades Autónomas reclamaban algunos derechos y no se les podía negar ese derecho a exigir lo que consideraban suyo. Consecuentemente, se dio cabida en la Constitución a esas demandas. Para que no hubiera discriminaciones, se extendió esa posibilidad a todas las demás Comunidades. Lo que ha ocurrido es que la andadura de aquellas primeras ha tendido a ser un rosario de demandas sin fin y las demás han copiado el comportamiento, total o parcialmente.
Otra cosa hubiera sido si el texto de la Carta Magna no se hubiera limitado a dar satisfacción a las demandas, sino que hubiera tratado de comprender su esencia y motivación, y se hubiera optado por la creatividad, instaurando un marco de convivencia solidaria, que posibilitara al mismo tiempo el desarrollo de las peculiaridades propias y la búsqueda de respeto entre todos.
La pugna por conseguir arrancar la mayor tajada al Gobierno Central da lugar a un feo espéctaculo, que reduce la moral de todos.
Cuando se redactó, algunas Comunidades Autónomas reclamaban algunos derechos y no se les podía negar ese derecho a exigir lo que consideraban suyo. Consecuentemente, se dio cabida en la Constitución a esas demandas. Para que no hubiera discriminaciones, se extendió esa posibilidad a todas las demás Comunidades. Lo que ha ocurrido es que la andadura de aquellas primeras ha tendido a ser un rosario de demandas sin fin y las demás han copiado el comportamiento, total o parcialmente.
Otra cosa hubiera sido si el texto de la Carta Magna no se hubiera limitado a dar satisfacción a las demandas, sino que hubiera tratado de comprender su esencia y motivación, y se hubiera optado por la creatividad, instaurando un marco de convivencia solidaria, que posibilitara al mismo tiempo el desarrollo de las peculiaridades propias y la búsqueda de respeto entre todos.
La pugna por conseguir arrancar la mayor tajada al Gobierno Central da lugar a un feo espéctaculo, que reduce la moral de todos.
2 comentarios:
Es cierto que a unos se les suele oír muchas más reivindicaciones que a otros, pero pedir no es malo si se trata de preservar valores históricos y culturales.
Eso sí, parece que los que más reivindican son siempre los que más tienen. Algunos grupos deberían dejar un poco de lado ese egoísmo. Hay comunidades que se encuentran en unas condiciones mucho más difíciles y, como tú bien dices, podríamos ahorrarnos determinados espectáculos que reducen la moral de todos.
Hola, Inchina:
Si nos situamos en un supuesto justo, quizá fuera posible olvidar esas demostraciones de fuerza, con las consiguientes exigencias, como si los demás fuéramos lo que parecen dar a entender que somos.
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