Dos cuestiones marcan la actualidad valenciana: El caso de la Residencia de La Eliana y el de los afectados por la hepatitis C. En ambos casos, los mecanismos de defensa de la sociedad debieron reaccionar antes y no dejar que se llegara a los extremos que conocemos. Hay preguntas que surgen solas. La gente inquiere, de modo natural, si los familiares de los ingresados en la Residencia no se enteraban. Algunos han dicho que sí, que tenían noticia, pero que no daban crédito, por la naturaleza de la enfermedad de los familiares afectados y por confiar en los servicios de inspección oficiales. El error de éstos sí que hay que calificarlo de estrepitoso y los daños causados, cuantiosos; más los morales que los materiales, que a lo mejor no son pocos.
En el otro caso, si hay sentencia condenatoria hacia el acusado, quedará en pie la evidencia de que ninguno de los equipos médicos con los que trabajó detectó nada. Es decir, que sus sistemas no tienen previsto verificar las posibles irregularidades.
Y ambos, al unísono, evidencian que vivimos en una sociedad egoísta, más pendiente de mirarse el ombligo que de preocuparse por la persona que tiene al lado. Y hasta puede que nos lleven a la convicción de que deben de haber muchos otros casos equiparables, aunque quizá no sean todos denunciables.
En el otro caso, si hay sentencia condenatoria hacia el acusado, quedará en pie la evidencia de que ninguno de los equipos médicos con los que trabajó detectó nada. Es decir, que sus sistemas no tienen previsto verificar las posibles irregularidades.
Y ambos, al unísono, evidencian que vivimos en una sociedad egoísta, más pendiente de mirarse el ombligo que de preocuparse por la persona que tiene al lado. Y hasta puede que nos lleven a la convicción de que deben de haber muchos otros casos equiparables, aunque quizá no sean todos denunciables.
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