Andaba por calles próximas a la plaza de la Reina cuando el griterío que venía oyendo desde hacía rato me ha hecho acercarme, para averiguar que reivindicaban esos manifestantes tan enardecidos. En la estrecha calle que según se viene de la calle de las Avellanas desemboca en la plaza, los empleados de los bares que tienen puertas traseras que recaen en esa calle, apilaban montones de botellas de cerveza vacías. Taponando la bocana de la plaza grupos de individuos, que enseguida he logrado comprobar que eran alemanes, trasegando cerveza sin cesar. La plaza repleta de individuos de esta nacionalidad, la mayor parte con el torso desnudo, otros llevababan camisetas azules. Todos eran hombres, sus cuerpos rollizos, sebosos, enormes. Sus pieles de color acangrejado. El cielo de Valencia lucía radiante, apenas una pequeñas nubes decorativas lo surcaban. Sus gargantas, poderosas, vociferantes; sus gestos alegres, desmesuradamente alegres. He pasado entre ellos, he sabido de sus aromas sebosos, de la espontaneidad de sus eructos, he escuchado de cerca sus cánticos desafinados. He seguido caminando, he doblado por la calle del Miguelete y al pasar junto a la fuente de la plaza de la Virgen, las gargantas teutonas se imponían, a pesar de la lejanía, al ruido de los chorros del agua. A estas alturas sigo ignorante de la causa que motiva tanta alegría. Pero supongo que es bueno que los alemanes se alegren. Dicen que son el motor de Europa. De momento, deben de haber inyectado una buena cantidad de dinero a los bares de la plaza de la Reina.
miércoles, agosto 24, 2005
Alegría alemana
Andaba por calles próximas a la plaza de la Reina cuando el griterío que venía oyendo desde hacía rato me ha hecho acercarme, para averiguar que reivindicaban esos manifestantes tan enardecidos. En la estrecha calle que según se viene de la calle de las Avellanas desemboca en la plaza, los empleados de los bares que tienen puertas traseras que recaen en esa calle, apilaban montones de botellas de cerveza vacías. Taponando la bocana de la plaza grupos de individuos, que enseguida he logrado comprobar que eran alemanes, trasegando cerveza sin cesar. La plaza repleta de individuos de esta nacionalidad, la mayor parte con el torso desnudo, otros llevababan camisetas azules. Todos eran hombres, sus cuerpos rollizos, sebosos, enormes. Sus pieles de color acangrejado. El cielo de Valencia lucía radiante, apenas una pequeñas nubes decorativas lo surcaban. Sus gargantas, poderosas, vociferantes; sus gestos alegres, desmesuradamente alegres. He pasado entre ellos, he sabido de sus aromas sebosos, de la espontaneidad de sus eructos, he escuchado de cerca sus cánticos desafinados. He seguido caminando, he doblado por la calle del Miguelete y al pasar junto a la fuente de la plaza de la Virgen, las gargantas teutonas se imponían, a pesar de la lejanía, al ruido de los chorros del agua. A estas alturas sigo ignorante de la causa que motiva tanta alegría. Pero supongo que es bueno que los alemanes se alegren. Dicen que son el motor de Europa. De momento, deben de haber inyectado una buena cantidad de dinero a los bares de la plaza de la Reina.
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1 comentario:
Alomejor celebraban que hacía sol, con eso de que por sus tierras el astro rey suele esconderse... :)
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